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1.26 ¿Por qué murió Jesús por nosotros?

¿Qué ha hecho Jesús por nosotros?

Dios tiene un inmenso amor por nosotros. Por lo tanto, quiere que seamos completamente felices y vivamos para siempre con Él en el cielo. Sin embargo, nuestros pecados se interponen entre nosotros y Dios. Debido a nuestros pecados, hay poco o incluso ningún lugar para Dios en nuestras vidas. Tenemos que soportar nuestros cuidados y penas solo, porque no permitimos que Dios entre a nuestras vidas. Esto puede hacernos muy infelices.

Y entonces Dios envió a su Hijo Jesús, quien estaba completamente sin pecado. Jesús nació como un hombre. Cuando murió en la cruz, todos los pecados humanos murieron con él. A partir de ese momento, podemos convertirnos en hijos adoptivos de Dios a través del Bautismo. ¡Ahora solo tenemos que aceptar el perdón de Dios para caminar con Él de nuevo!

 

Por su muerte y resurrección, Jesús restauró nuestra relación con Dios. Por su sacrificio, todos podemos ir al cielo. ¡Tú también!
La sabiduría de la Iglesia

¿Por qué la Iglesia bautiza a los niños?

La Iglesia bautiza a los niños porque nacen con el pecado original. Ellos necesitan ser liberados del poder del maligno y trasladados al reino de la libertad de los hijos de Dios. [CCIC 258]

¿Por qué mantiene la Iglesia la práctica del Bautismo de niños?

La Iglesia mantiene desde tiempos inmemoriales el Bautismo de los niños. Para ello hay una única razón: antes de que nosotros optemos por Dios, Dios ya ha optado por nosotros. El Bautismo es, por tanto, una gracia, un regalo inmerecido de Dios, que nos acepta incondicionalmente. Los padres creyentes que quieren lo mejor para su hijo, quieren también el Bautismo, en el cual el niño es arrancado del influjo del pecado original y del poder de la muerte.

El Bautismo de niños supone que los padres cristianos educan al niño bautizado en la fe. Es una injusticia privar al niño del Bautismo por una liberalidad mal entendida. Lo mismo que no se puede privar al niño del amor, para que después pueda él mismo decidirse por el amor, sería una injusticia si los padres creyentes privaran a su hijo de la gracia de Dios recibida en el Bautismo. Así como todo ser humano nace con la capacidad de hablar, pero debe aprender a hablar, igualmente todo hombre nace con la capacidad de creer, pero debe aprender a conocer la fe. No obstante, no se puede imponer el Bautismo a nadie. Si se recibe el Bautismo de niño, hay que “ratificarlo” después personalmente a lo largo de la vida; es decir, hay que decir “sí” al Bautismo para que éste dé fruto. [YouCat 197]

¿Cuál es la plena y definitiva etapa de la Revelación de Dios?

La plena y definitiva etapa de la Revelación de Dios es la que Él mismo llevó a cabo en su Verbo encarnado, Jesucristo, mediador y plenitud de la Revelación. En cuanto Hijo Unigénito de Dios hecho hombre, Él es la Palabra perfecta y definitiva del Padre. Con la venida del Hijo y el don del Espíritu, la Revelación ya se ha cumplido plenamente, aunque la fe de la Iglesia deberá comprender gradualmente todo su alcance a lo largo de los siglos.

“Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar” (San Juan de la Cruz).  [CCIC 9]

¿Qué valor tienen las revelaciones privadas?

Aunque no pertenecen al depósito de la fe, las revelaciones privadas pueden ayudar a vivir la misma fe, si mantienen su íntima orientación a Cristo. El Magisterio de la Iglesia, al que corresponde el discernimiento de tales revelaciones, no puede aceptar, por tanto, aquellas “revelaciones” que pretendan superar o corregir la Revelación definitiva, que es Cristo. [CCIC 10]

¿Qué nos muestra Dios de sí cuando nos envía a su Hijo?

En Jesucristo Dios nos muestra toda la profundidad de su amor misericordioso.

Por medio de Jesucristo el Dios invisible se hace visible. Se hace hombre como nosotros. Esto nos enseña hasta dónde alcanza el amor de Dios.

Lleva toda nuestra carga. Anda todos los caminos con nosotros. Está en nuestro abandono, nuestro dolor, nuestro miedo ante la muerte. Está allí donde no podemos avanzar más, para abrirnos la puerta hacia la Vida. [YouCat 9]

¿Está dicho todo con Jesucristo o continúa todavía después de Él la revelación?

En Jesucristo Dios mismo ha venido al mundo. Él es la última Palabra de Dios. Oyéndole a Él los hombres de todos los tiempos pueden saber quién es Dios y lo que es necesario para su salvación.

Con el Evangelio de Jesucristo la Revelación de Dios está concluida y completa. Para que la comprendamos, el Espíritu Santo nos introduce cada vez más profundamente en la verdad. En la vida de algunas personas entra la luz de Dios de un modo tan fuerte que ven "los cielos abiertos" (Hch 7,56). Así han surgido los grandes lugares de peregrinación como Guadalupe en México y Lourdes en Francia. Las “revelaciones privadas” de los videntes no pueden mejorar el Evangelio de Cristo. Pero nos pueden ayudar a comprenderlo mejor. Estas revelaciones no son vinculantes para todos. Su veracidad es comprobada por la Iglesia. [YouCat 10]

¿Cuáles son los efectos del sacrificio de Cristo en la Cruz?

Jesús ofreció libremente su vida en sacrificio expiatorio, es decir, ha reparado nuestras culpas con la plena obediencia de su amor hasta la muerte. Este amor hasta el extremo (cf. Jn 13, 1) del Hijo de Dios reconcilia a la humanidad entera con el Padre. El sacrificio pascual de Cristo rescata, por tanto, a los hombres de modo único, perfecto y definitivo, y le abre a la comunión con Dios. [CCIC 122]

¿Por qué tuvo Jesús que redimirnos precisamente en la Cruz?

La Cruz, en la que Jesús inocente fue ajusticiado cruelmente, es el lugar de la máxima humillación y abandono. Cristo, nuestro Redentor, eligió la Cruz para cargar con la culpa del mundo y sufrir el dolor del mundo. De este modo, mediante su amor perfecto, ha conducido de nuevo el mundo a Dios.

Dios no nos podía mostrar su amor de un modo más penetrante que dejándose clavar en la Cruz en la persona del Hijo. La cruz era el instrumento de ejecución más vergonzoso y más cruel de la Antigüedad. Los ciudadanos romanos no podían ser crucificados por grandes que hubieran sido sus culpas. De este modo Dios penetra en lo más profundo del dolor humano. Desde entonces ya nadie puede decir: “Dios no sabe lo que yo sufro”. [YouCat 101]

Esto es lo que dicen los Padres de la Iglesia

Jesucristo, el Hijo de Dios... el cual mediante el sufrimiento nos reconcilió con Dios y resucitó de entre los muertos; el cual está a la diestra del Padre, y es perfecto en todas las cosas... Porque él mismo hizo verdaderamente la salvación: ya que él mismo es la Palabra de Dios, él mismo el Unigénito del Padre, Cristo Jesús, nuestro Señor. [San Irineo, Contra las herejías, Libro 3, cap. 16 (MG 7, 928)]