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3.31 ¿Tengo que ir a la iglesia el Viernes Santo?

Grandes fiestas de la Iglesia

El Viernes Santo es un día muy importante para los cristianos: es el día en que Jesús murió en la cruz. Al morir y resucitar de entre los muertos al tercer día, Jesús hizo posible que viviésemos para siempre con Dios en el cielo. Hasta ese momento, esto no era posible. ¡Así que Jesús murió para traernos vida!

La razón por la que llamamos "santo" este viernes es porque Jesús demostró cuánto nos ama. Por eso es tan importante ir a la iglesia a rezar las Estaciones de la Cruz en este día, y especialmente para orar con los demás durante la liturgia del Viernes Santo, para permanecer con Jesús, que estuvo dispuesto a sacrificar su vida por nosotros.

 

Sí. El Viernes Santo Jesús murió por ti. Vamos a la iglesia un buen rato para darle gracias, adorarle y pedirle ayuda.
La sabiduría de la Iglesia

¿Cuáles son los efectos del sacrificio de Cristo en la Cruz?

Jesús ofreció libremente su vida en sacrificio expiatorio, es decir, ha reparado nuestras culpas con la plena obediencia de su amor hasta la muerte. Este amor hasta el extremo (cf. Jn 13, 1) del Hijo de Dios reconcilia a la humanidad entera con el Padre. El sacrificio pascual de Cristo rescata, por tanto, a los hombres de modo único, perfecto y definitivo, y le abre a la comunión con Dios. [CCIC 122]

¿Por qué tuvo Jesús que redimirnos precisamente en la Cruz?

La Cruz, en la que Jesús inocente fue ajusticiado cruelmente, es el lugar de la máxima humillación y abandono. Cristo, nuestro Redentor, eligió la Cruz para cargar con la culpa del mundo y sufrir el dolor del mundo. De este modo, mediante su amor perfecto, ha conducido de nuevo el mundo a Dios.

 

Dios no nos podía mostrar su amor de un modo más penetrante que dejándose clavar en la Cruz en la persona del Hijo. La cruz era el instrumento de ejecución más vergonzoso y más cruel de la Antigüedad. Los ciudadanos romanos no podían ser crucificados por grandes que hubieran sido sus culpas. De este modo Dios penetra en lo más profundo del dolor humano. Desde entonces ya nadie puede decir: “Dios no sabe lo que yo sufro”. [YouCat 101]

¿Por qué debemos nosotros también aceptar el sufrimiento en nuestra vida y así “cargar con la cruz” y con ello seguir a Jesús?

Los cristianos no tienen que buscar el dolor, pero cuando se enfrentan a un dolor que no se puede evitar, éste puede cobrar sentido para ellos si unen su dolor al dolor de Cristo: “Cristo padeció por ustedes, dejándoles un ejemplo para que sigan sus huellas” (1 Pe 2,21).

 

Jesús dijo: “El que quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga” (Mc 8,34). Los cristianos tienen la tarea de mitigar el dolor en el mundo. Sin embargo, siempre habrá dolor. En la fe podemos aceptar nuestro propio dolor y compartir el ajeno. De este modo el dolor humano se hace uno con el amor redentor de Cristo y con ello se hace parte de la fuerza divina que transforma el mundo hacia el bien. [YouCat 102]

¿Qué eran “los infiernos” a los que Jesús descendió?

Los “infiernos” –distintos del “infierno” de la condenación– constituían el estado de todos aquellos, justos e injustos, que habían muerto antes de Cristo. Con el alma unida a su Persona divina, Jesús tomó en los infiernos a los justos que aguardaban a su Redentor para poder acceder finalmente a la visión de Dios. Después de haber vencido, mediante su propia muerte, a la muerte y al diablo “que tenía el poder de la muerte” (Hb 2, 14), Jesús liberó a los justos, que esperaban al Redentor, y les abrió las puertas del Cielo. [CCIC 125]

Esto es lo que dicen los Papas

Jesús muere en la cruz y yace en el sepulcro. El día del Viernes Santo, tan impregnado de tristeza humana y de religioso silencio, se concluye en el silencio de la meditación y de la oración. Al volver a casa, también nosotros, como quienes asistieron al sacrificio de Jesús, “nos golpeamos el pecho”, recordando lo que sucedió (cf. Lc 23, 48). ¿Es posible permanecer indiferentes ante la muerte de un Dios? Por nosotros, por nuestra salvación se hizo hombre y murió en la cruz. [Papa Benedicto XVI, Mensaje después del Vía Crucis el Viernes Santo, 21 Mar. 2008]